domingo, 22 de abril de 2012
Graffiti invade colonias de la capital chiapaneca. Autoridad no hace nada al respecto.
Silvano Bautista Ibarias.
La capital de Chiapas poco a poco se ha ido cubriendo de graffiti, que ya se encuentra en casi todas las colonias de la ciudad, y el problema amenaza con crecer si no se toman las medidas correctas y se canaliza a los jóvenes que lo hacen.
De ser considerada una de las ciudades más limpias en los últimos años se ha presentado esta problemática que genera un deterioro de su imagen urbana porque edificios públicos, bardas, escuelas, comercios, postes de la luz, parques, señalamientos públicos y hasta iglesias están marcados por estas pintas clandestinas.
Ahora, Tuxtla Gutiérez tiene la sensación de ser una ciudad de abandono y suciedad tanto para los habitantes como para los turistas, lo cual se relaciona a otros problemas como inseguridad y pandillerismo.
De acuerdo a un recorrido del “Diario de Chiapas” las áreas preferidas por los graffiteros son los bulevares porque son los lugares más visibles y transitados, y lo único que está a salvo de las pintas callejeras son las cerradas y privadas residenciales que cuentan con vigilancia constante.
Basta con recorrer los dos boulevares de la ciudad para darse cuenta de esta situación, de la cual no se salvan bancos y comercios, así como viviendas particulares que presentan fachadas todas rayadas.
Aunado al daño a la imagen de un inmueble, esta la afectación económica al propietario porque pintar de nuevo una escuela graffiteada, por ejemplo, puede costar hasta 40 mil pesos.
Pese a las denuncias, afectados no ven resultados.
Los tuxtlecos que han sido afectados por este fenómeno recurren a las autoridades a través de la línea 066 a reportar los daños, en tanto que algunos acuden directamente a la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE).
A pesar de todas esas denuncias de la gente, es poco lo que las autoridades pueden hacer para frenar el problema y lograr que los responsables reparen el daño, coinciden afectados.
Al recibir una llamada de denuncia, Seguridad Pública envía a agentes al lugar de los hechos, si sorprenden a alguien proceden a detenerlo y hacer la denuncia; si no hay nadie, sólo queda el reporte.
Quienes deciden fincar la responsabilidad a un graffitero tienen que esperar un tiempo largo porque hay que ir al Ministerio Público a presentar la denuncia, el cual hace la averiguación previa e inicia el proceso que después toma el juez para hacer la admisión de pruebas y definir la sentencia.
Aunque hay programas municipales y estatales orientados a detener el graffiti, para los ciudadanos y especialistas aún falta atacar más el problema porque el daño en la imagen de la ciudad es evidente.
El graffiti distorsiona la imagen que un visitante tiene de una ciudad que está muy pintada, en vez de ver una ciudad moderna y en crecimiento, se queda con la imagen de que es una ciudad poco desarrollada y con pocos alcances hacia el futuro, señalan expertos urbanistas.
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